Escapando de la Oscuridad. Capítulo 8

27/12/12

Hace meses que no sigo con esta novela, la primera historia que empecé a escribir en serio, pero sigo queriendo compartir lo que tengo escrito con vosotros. Vuelvo a pedir disculpas por la calidad de la narración, tal vez no sea magnífica, pero está escrito con cariño. En historias que he empezado a escribir después encuentro bastante mejoría, pero es que así es como se aprende.
Os dejo el relato tal cual está. Tal vez en un futuro me pare a reeditarlo, como estoy haciendo con otros.
Espero que os guste. Si no habéis leido nada de él, en el blog encontraréis los siete capítulos anteriores.

CAPITULO OCHO

-- ¡Alex! – exclamó Laura. Un intenso dolor le atravesó el cuerpo y cayó de rodillas tan deprisa que ni Alex pudo evitarlo.
Alex, intentando permanecer al lado de Laura, se agachó con rapidez y la tomó de la mano, acariciando su cabello con la otra, sondeando con rapidez los alrededores, intentando ver y percibir de dónde había nacido aquella oscuridad. Podía estar casi seguro de saber quién era el responsable, pero no conseguía ubicarlo.
-- Laura…Laura, ¿estás bien? – preguntó Alex. 
Una agonía hasta entonces desconocida para él le dejó brevemente paralizado. El terror que sintió en aquellos momentos… no era nada que hubiera vivido en toda su existencia.
-- ¡Alex! – volvió a gritar Laura. La maldad que sentía la tenía postrada de rodillas y era incapaz de cambiar de postura. El dolor que la había recorrido segundos antes se había instalado en su interior y la cabeza le iba a estallar -- ¡Alex!...no puedo…no puedo moverme…¿Qué está pasando? No puedo – y se desmayó, cayendo como una muñeca rota al suelo arenoso del parque.
-- Laura, amor…¡Laura! – gritó desesperado. Por un instante, se quedó paralizado. Después se movió con la velocidad de un rayo. Cogiendo a Laura en sus brazos, la levantó y corrió rápidamente, una sombra algo menos oscura dentro de aquella que les rodeaba. Pero allí por dónde él iba, la oscuridad les seguía y los rodeaba de nuevo. No había escapatoria posible.
-- No puedes escapar – susurró una voz, pero sonó como si hablara dentro de su cabeza – Dámela y vete…Ella es mía. No tienes nada que hacer contra mí, Alex. Lo sé todo sobre ti…
Un rugido comenzó a formarse en el centro mismo de su pecho, mientras Alex seguía corriendo y corriendo sin saber hacia dónde iba, sin ver dónde estaba. Sus penetrantes sentidos y su vista de vampiro no eran suficientes. La oscuridad era total, y si hubiera podido ver, se habría dado cuenta de que estaba dando vueltas en círculos alrededor del parque.
-- Dámela…No tienes escapatoria posible…Dámela y juro que no te haré daño…Sabes de lo que soy capaz…Viste a tu hermana – siguió hablando la voz en su cabeza. El más terrible de los escalofríos recorrió su cuerpo y estuvo a punto de paralizarle. Siguió corriendo con todo su ser, incapaz de hacer otra cosa, incapaz de pensar en nada más que en el ángel que llevaba en brazos.
-- ¡Dámela! – gritó la voz de forma imperiosa -- ¡Dámela o no seré clemente contigo! Viste lo que le hice a tu querida hermana Isabel --  volvió a decir la voz, esta vez con un tinte de cruel diversión – Fue estupendo. Una vampira excepcional, fuerte, hermosa…Pero nada para mí…La hice añicos en un abrir y cerrar de ojos…Una lástima, que estuviera en el lugar equivocado en el momento equivocado…Pero se metió donde no la llamaban…y tuve que tomar medidas…-- se jactó cruelmente la voz.
Alex, sin poder contenerse, emitió un rugido que resonó en los árboles circundantes, haciendo que todas las aves salieran despedidas a los cielos asustadas por el horror que impregnaba aquél sonido.
-- ¡¡Ahhhhhhh!! Te mataré, bestia asquerosa…Juro que lo haré – gritó Alex a la voz.
-- Jajaja… -- se rió la voz en su cabeza. La breve y falsa risa fue horrible y le erizó todos los pelos de la nuca – No puedes hacer nada contra mí, Alex. Te lo digo por última vez…¡Dámela! – rugió de nuevo aquella voz.
-- ¿Para qué la quieres? – dijo Alex, parándose en seco e intentando pensar una manera de ganar tiempo – Dime, ¡¿qué es lo que buscas en ella?!
-- No tengo que darte explicaciones, pequeño e inmundo…-- dijo con total desprecio la voz – pero si no me la entregas ahora mismo, sabrás lo que es sufrir mi cólera –
-- ¿Alex? – susurró Laura levemente. Abrió los ojos con lentitud y dirigió su mirada hacia arriba, mirando el rostro asustado de Alex. No conseguía comprender lo que estaba pasando, ni por qué, sólo sentía un profundo miedo.
-- Laura, cariño…te sacaré de aquí, lo juro -- un leve alivio recorrió su cuerpo al ver que la muchacha había recobrado el sentido, pero tan pronto como vino, se fue, pues la voz volvió a hablar.
-- Alex, es tu última oportunidad…¡Dámela!
Un dolor atroz se abrió paso desde el mismo centro de su ser y Alex se vio arrojado al suelo sin poder evitarlo, con Laura todavía entre sus brazos. La muchacha, aturdida y asustada, se desasió de los brazos de Alex y cayó al suelo, a su lado. Mirando a su alrededor, sólo podía ver oscuridad y sentir la presencia de algo…alguien los estaba observando y estaba haciendo daño a Alex. No lo permitiría.
-- ¿Quién eres? ¿Dónde estás? ¿Qué quieres de nosotros? – Dijo Laura, gritando a la oscuridad. No conseguía entender realmente lo que estaba pasando. Con un esfuerzo sobrehumano, se fue incorporando. Miró en todas direcciones y no pudo ver nada… sólo oscuridad. Pero sabía que dentro de ella, cerca de donde ellos se encontraban había… alguien.
-- Laura…-- Dijo una voz suave en su cabeza – Laura…estaba ansiando conocerte…--
-- ¿A mí? ¿Por qué? – exclamó Laura. No entendía nada, pero tenía que ganar tiempo y pensar…Estaba realmente preocupada por Alex, quien permanecía en el suelo, doblado por la mitad y probablemente inconsciente.
-- Porque eres especial…¿Acaso no te has dado cuenta? – dijo la voz, con dulzura.
-- Yo no soy especial…¡Déjame!¡Déjanos en paz! – gritó a la noche oscura.
-- No puedo dejarte…Ven conmigo Laura, yo cuidaré de ti – le dijo nuevamente la voz – Ven, yo te protegeré – una tenue nota divertida y cruel se abrió paso en la voz y Laura fue capaz de percibirla.
-- ¡No! ¡Déjanos! – gritó de nuevo Laura.
-- Vendrás conmigo, quieras o no…Si no lo haces…-- La voz se apagó y un grito desgarró la oscuridad. Alex se había movido y estaba tirado en el suelo, con la espalda arqueada, todo el cuerpo convulsionado y tenso  y la expresión del dolor más terrible en sus hermosas facciones, intentando respirar y con un nuevo aullido brotando de su pecho.
-- ¡No! – volvió a exclamar Laura. Y en un arrebato impulsivo, se lanzó hacia Alex y le protegió con su delgado cuerpo. Sabía que no sería suficiente, pero tenía que hacer algo. Una angustia que jamás había sentido inundó su cuerpo, y lo único en lo que podía pensar era en Alex y en su sufrimiento. Tenía que evitar a toda costa aquello. Alex no podía sufrir…¡NO PODÍA!... Aquello estaba mal. Una ira y una fuerza descomunal empezó a recorrer su cuerpo, haciendo que éste empezara a temblar, desde las puntas de los pies, ascendiendo con rapidez por toda su extensión hasta llegar al pecho y a la cabeza. Allí, comenzó a incrementarse y los temblores se convirtieron en verdaderas convulsiones que lanzaban energía desde el interior de cada célula de su cuerpo hacia el exterior.  De repente, sintió que su determinación de evitar el dolor a Alex empezaba a tomar forma, y la energía que iba despidiendo se tornó en un calor abrasador que inundó su cuerpo y la rodeó. En menos de dos segundos, un ramalazo de algo que no supo describir brotó de su interior, un potente chorro de energía, que los rodeó, explotando como una llamarada de fuego blanco brillante y abrasador. Quedaron sumergidos en una bola de fuego y luz blanca y azul y la oscuridad se vio sometida ante la potencia de aquella energía pura y abrasadora. Laura no podía dar crédito a lo que veía y sentía en aquellos momentos y no sabía si Alex era capaz de verlo o percibirlo también. La enorme fuerza de aquella energía la dejó momentáneamente débil y tuvo que luchar con todas sus fuerzas para mantenerla a raya, pues de nuevo empezó a temblar y no podía permitirse perder aquello. Sabía que dependían de ella.
-- No podrás escapar de mí eternamente – dijo la voz. La maldad impregnaba cada palabra de una manera aterradora, haciendo que Laura se quedara paralizada por el miedo. Podía notar el sabor de aquellas palabras, como si hubiera ingerido un vaso de legía, barriendo toda la felicidad, cualquier sensación hermosa que hubiera sentido, dejándola prácticamente vacía – Nos volveremos a ver …-- y dicho esto, desapareció.
Laura contempló cómo la oscuridad iba desapareciendo, dando paso a la noche veraniega y a las estrellas. Angustiada, miró a Alex, quien había abierto los ojos y la miraba sorprendido y admirado. Lentamente, deshizo su escudo a su alrededor y se sentó en el suelo. La luz que los rodeaba desapareció igualmente, tan rápido como había brotado. Alex se acercó a la muchacha y la rodeó con sus brazos.
-- Alex… ¿Estás bien? – preguntó preocupada.
-- Sí…mi ángel – dijo éste. 
Todavía estaba conmocionado por lo que acababa de suceder. Su mente no conseguía comprender nada. Todavía podía sentir el calor manando del cuerpo de la muchacha y en sus retinas permanecía la visión de aquella bola de fuego que les había rodeado, protegiéndole y haciendo que el dolor que había sentido instantes antes desapareciese -- ¿Cómo lo has hecho, amor?
-- ¿Cómo he hecho el qué? – preguntó Laura, aunque sabía a qué se refería. Pero pensaba que había sido sólo producto de su mente y que sólo ella había sido capaz de ver aquella luz.
-- Ya lo sabes…La luz, el fuego – dijo Alex.
-- Tú…¿Tú también la has visto? – preguntó Laura. 
Por un instante se sintió aliviada al saber que no se lo había imaginado, pero después la preocupación volvió a hacer mella en ella, pues no comprendía nada de lo que había sucedido, cómo había surgido esa luz de su interior, y sobre todo, qué es lo que había hecho que aquella voz se marchase. No entendía nada.
-- Sí, la he visto…Me has salvado – dijo Alex con profunda gratitud. 
Sus sentidos estaban embotados, su cerebro paralizado ante la enormidad de lo que acababa de ocurrir. Había sido aterrador, pero a la vez, hermoso. La fuerza y belleza de aquella luz que emanó de ella y les rodeó…fue sencillamente increíble. Y había conseguido lo que su hermana, una vampira con siglos de experiencia y un gran poder, no pudo hacer. Protegerse.
--Yo…yo…no entiendo nada…¿Cómo he podido hacer tal cosa? Esto tiene que ser un sueño, o una pesadilla…o una alucinación fruto de alguna pastilla que nos hayan echado en la copa…-- Laura empezó a hablar atropelladamente ante lo inverosímil de lo que acababa de ocurrir. Tanto la sombra y la voz, como aquella luz brillante no podían ser reales, sencillamente.
-- Mi ángel…Laura – Alex tuvo que pronunciar su nombre con fuerza para que la chica dejara de parlotear alocadamente y le escuchase – Ha sido…real. No es un sueño, ni una pesadilla, ni siquiera una alucinación. Todo…todo lo que ha ocurrido, ha ocurrido de verdad.
Laura se quedó estupefacta, congelada entre los brazos de Alex. Sólo sus palabras podían convencerla de que lo que acababan de vivir había sido totalmente real, tan real como el aire que respiraban en aquellos momentos.
-- Pero…pero – intentó balbucear Laura, pero las palabras se perdieron en su garganta, así como sus pensamientos lo hicieron en su cerebro. No era capaz de conectar dos pensamientos y convertirlos en frases en su boca.
-- Tranquila, mi amor. Estoy contigo – dijo Alex. En su corazón sentía que había llegado el momento de hacer lo correcto – Te voy a llevar a casa y mañana hablaremos tranquilamente.
Laura se quedó contemplándole como si fuera la primera vez que le viese y lentamente asintió, con un pensamiento formándosele despacio en su cabeza. Al final, pudo terminar la línea argumental que se había ido forjando a cámara lenta y consiguió obtener una idea más o menos clara. La llevó como mejor pudo en forma de palabras.
-- Alex…hablas como…como si supieras algo. Y te comportas como si esto que ha pasado fuera algo… normal – Laura quería desesperadamente que Alex lo negara todo, que la tranquilizase de alguna manera lógica, pero lo que obtuvo fue un silencio que confirmó todas sus sospechas, haciendo que la muchacha sintiera cómo le flaqueaban las piernas. Un temblor recorrió su cuerpo y su visión se tornó borrosa en los bordes.
Alex tuvo que hacer un nuevo esfuerzo y sostener con mayor fuerza a Laura para evitar que ésta se desplomase en el suelo, a pesar de que ambos estaban sentados en el suelo y ella en sus brazos. Le daba pavor responder a la última afirmación realizada por la muchacha, pero ya no había vuelta atrás. El silencio que emanó de él fue la mejor respuesta que pudo dar, pero aún así, sintió que debía decir algo más.
-- Sí…pero hablaremos de ello mañana. Ahora necesitas descansar – dijo Alex, intentando llevar la calma a su voz y a sus palabras. Rezó para que ella aceptase de momento esa respuesta y sus plegarias fueron atendidas, pues Laura no puso ninguna objeción.
-- De acuerdo…mañana – fue todo lo que dijo. Laura no era capaz de enfrentarse a más en aquellos momentos. Le parecía totalmente surrealista el hecho de que hacía apenas 15 minutos era la persona más feliz del mundo y ahora…bueno, hubiera pasado aquello. Toda la felicidad, todos los recuerdos anteriores a ese momento de terror se vieron empañados por su magnitud y su fuerza.
-- Vamos, te llevaré a casa – repitió Alex, algo más calmado. Ansiaba dejarla en su casa reposando y tener tiempo para decidir cuál sería su próximo paso. Los acontecimientos se estaban precipitando hacia un precipicio al que no estaba dispuesto a llegar. Tenía que poner fin a aquella situación y hacerlo ya, antes de que ella resultase herida.
Se levantó despacio y ayudó a levantarse a Laura. Después, con mucho cuidado y sin quitarle la vista de encima, se encaminaron juntos hacia el aparcamiento donde Alex había dejado su moto.
-- Debería haber traído el coche – se disculpó Alex – pero ya no se puede hacer nada, así que…
-- No importa. De verdad, Alex. Estoy mucho mejor – Laura quería reconfortarle, no podía verle así de preocupado, y su cabeza tampoco lo podía soportar mucho más. Los dolores de cabeza habían redoblado su intensidad en los últimos minutos y sabía que se debía a la angustia que sentía Alex más que a su propia preocupación o terror.
-- Bueno…toma – dijo Alex, alargándole un hermoso casco de moto, azul metalizado con suaves líneas en color perla. Brillaba con intensidad y olía…a nuevo – Ahora veremos cómo te sentamos para que tus bonitas piernas no queden totalmente al descubierto. No queremos que media ciudad se desmaye al verlas – Alex intentó hacer una pequeña broma para disminuir la tensión, y funcionó.
-- Ja, ja. Mira qué gracioso – respondió Laura. Pero, la verdad, el pequeño comentario de Alex había conseguido distraerla momentáneamente y la presión sobre sus sienes disminuyó un poco, lo justo para que pudiera ser soportable – Pero tienes razón. No me apetece ir enseñando las piernas gratuitamente… -- sonrió a Alex con descaro, y consiguió lo que nunca había visto hasta entonces. Alex se sonrojó también. Laura disfrutó sobremanera de aquél pequeño detalle y, tras mirarle por unos breves segundos con la misma intensidad y descaro, se puso el casco que Alex le había pasado.
-- Esto…vamos – izándola en sus brazos de nuevo, la ayudó a trepar a aquella pantera motorizada.
Laura, disfrutando del contacto y de la maravillosa fuerza de Alex, se relajó notablemente. Una vez estuvo sentada en la parte trasera de aquella hermosa moto, colocó el vestido como mejor pudo para evitar que todo el mundo pudiera observar sus piernas en toda su longitud.
Alex, que no la quitaba la vista de encima, se puso el casco mientras se subía a la moto.
-- Bonitas piernas, por cierto – dijo, y sonrió al espejo retrovisor de tal manera que Laura pudo ver el gesto que hacían sus ojos al formarse lo que supuso que sería una sonrisa.
-- Ja, ja – repuso lacónicamente – será mejor que arranques.
Pero justo en aquellos momentos, apareció Silvia.
-- ¡Eh! ¿A dónde vais? – dijo, poniendo un puchero en su rostro delicado – Habéis desaparecido hace un rato…y yo he salido a tomar un poco de aire, cuando os he visto salir del parque y venir hacia aquí – sonrió de manera traviesa y le dirigió una mirada insinuante a Laura, cosa que ésta hubiera preferido que se hubiera guardado para sí misma.
-- Esto…nosotros también salimos a dar una pequeña vuelta…y, bueno, Alex me va a acercar a casa, estoy reventada – se disculpó rápidamente Laura. Dirigió una mirada inquisitiva  a su amiga y cargada de un significado oculto que ella captaría rápidamente y esperó su respuesta.
-- Ah….Bueno. Pero, ¿por qué no os quedáis un rato más? Sólo media hora…-- suplicó Silvia, captando totalmente la indirecta de su amiga y rogando por tener unos minutos a solas para obtener toda la información que quería. Se moría de la curiosidad.
-- No, estoy muy cansada, en serio. Yo nunca he sido de las típicas personas que salen hasta las tantas. No estoy acostumbrada – dijo. Volvió a mirar a su amiga y le lanzó otra mirada cargada de significado. La quería mucho, pero ¡mira que podía llegar a ser pesada!
Alex, quien había estado observando y escuchando la conversación entre las dos amigas, decidió intervenir.
-- Silvia, te agradezco que me hayas invitado esta noche a vuestra graduación. Ha sido una experiencia inolvidable y he disfrutado mucho. Pero Laura está cansada y, la verdad, yo también. Así que, si nos disculpas…-- dejó la frase sin terminar y miró con intensidad a la joven muchacha. Ésta se quedó levemente paralizada ante el poder de su mirada, puesto que era lo único que podía ver de él a través de ese casco, y asintió casi sin saber qué decir ni cómo hacerlo.
-- Oh…no ha sido nada. Gracias a ti por venir. Y cuídamela, ¿vale? – dijo, sonriendo con afecto a su amiga. La verdad, habían cambiado mucho las cosas en los últimos meses y sentía que había encontrado a una persona que merecía la pena conocer, a una amiga de verdad, y no quería perderla por nada en el mundo.
-- No te preocupes, está a salvo en mis manos – respondió Alex. Había más verdad en esas palabras de las que nadie podría haber imaginado, o eso al menos era lo que pensaba él.
-- ¡Bueno! Alex, tenemos que irnos – dijo Laura, un tanto incómoda ante la pequeña conversación mantenida por Alex y Silvia – Silvia, pásatelo bien el resto de la noche y no hagas locuras. Mañana hablamos por teléfono, ¿de acuerdo?
-- Claro, Lau – dijo afectuosamente Silvia – Mañana hablamos. Tener cuidado y descansar. Alex, nos vemos.
-- Nos vemos Silvia. Que lo pases bien y tú también ten cuidado.
Dicho esto, arrancó la moto, la cual emitió un ronroneo ensordecedor que haría babear a cualquier entendido en motos. Laura, repentinamente nerviosa, agarró a Alex fuertemente por la cintura y pegó su cuerpo a la espalda del muchacho, apoyando la cabeza sobre sus hombros.
Silvia se apartó con cuidado y vio cómo la moto salía despedida hacia delante como una flecha azul brillante.
Alex aceleró y empezó a zigzaguear entre los coches que circulaban por las calles de la ciudad. Tras él, notaba a Laura tensa, fuertemente agarrada a su cintura. Era placentero sentirla así, cerca de él, saber que estaba con ella y que estaban juntos.
-- Vas un poco deprisa, ¿no crees? – preguntó Laura a su espalda. La verdad, quitando el miedo y el cansancio, estaba disfrutando del paseo en moto con Alex.
-- Tranquila, estás en buenas manos – respondió Alex, sonriendo para sí.
-- Ya…pero no eres infalible, ¿sabes? Tú también eres propenso a los accidentes –
Alex rió ante el último comentario de Laura. Qué poco sabía realmente de él. ¿Cómo reaccionaría cuando se lo contase? Porque, a raíz de los sucesos de aquella noche, sabía que no le quedaba otra opción que hablar con ella y explicárselo todo, o casi todo.
-- No te preocupes. No tendremos ningún accidente –
-- Ya…lo que tú digas – dijo Laura. Sinceramente, las palabras de Alex siempre conseguían tranquilizarla y confiaba plenamente en él, por lo que dejó de darle vueltas al asunto de la velocidad.
En menos de lo que hubiera esperado y deseado Laura, ya estaban entrando en su calle.
Alex paró la moto justo en la entrada del chalet de Laura y ayudó a que ésta bajase de ella. La mantuvo cogida por la cintura durante unos segundos, mirándola directamente a los ojos, intentando penetrar en el mismo centro de su alma, para después atraerla súbitamente hacia su cuerpo y abrazarla con fuerza. Sintió cómo ella se estremecía y respondía con igual intensidad a su abrazo, clavándole levemente las uñas en la espalda, en un intento por retenerle así para siempre.
Tras unos instantes demasiado breves, con mucho cuidado y un gran esfuerzo, Alex deshizo el abrazo y la volvió a contemplar.
-- Debes irte, necesitas descansar – dijo. Cogió un mechón de su cabello y lo colocó detrás de su oreja.
Laura se volvió a estremecer ante el suave contacto de Alex y se sonrojó de nuevo. No quería separarse de él, pero la verdad es que tenía razón. Estaba muy cansada. Necesitaba dormir y pensar. Mañana sería otro día. Tal vez uno de los más decisivos de su vida.
Acercándose el uno al otro despacio, se fundieron nuevamente en un abrazo cargado de sentimientos. Estuvieron así durante unos minutos, ambos disfrutando de la presencia y del contacto del otro, intentándolo grabar a fuego en sus memorias. Lentamente, Alex se apartó tan sólo unos centímetros y, sosteniéndola con una mano en la cintura, alzó la otra para acariciar su barbilla y alzarla hacia él. Ella le contempló con los ojos embelesados de una enamorada, con miles de estrellas brillando en las profundidades de sus ojos marrones. En los ojos de Alex, el océano añil se movió repentinamente debido al deseo y a la fuerza de aquello que sentía por ella, y brillaron como si la luna se estuviera reflejando sobre ellos, más potente que nunca.
Deleitándose en cada uno de los detalles de su rostro y del momento que estaban viviendo, Alex se inclinó con cuidado y posó por tercera vez aquella noche sus labios sobre los de ella. La fuerza que los unió no se pareció en nada a la del primer beso, pues ésta era más potente, y tanto uno como el otro sintieron que se fundían, sus almas se encontraban y conectaban, sintiendo que ya nada los separaría.
Laura entreabrió los labios para inhalar el aliento de Alex, más dulce que cualquier sabor existente en la tierra y notó que algo cambiaba dentro de ella, uniéndola más a él. No podía explicarlo, pero supo que jamás podría ni volvería a sentir aquello. Era lo más maravilloso del mundo. Supo que había encontrado a su alma gemela, a su compañero para toda su vida.
El beso se prolongó…y de repente, finalizó. Laura se separó con cuidado de él, con la añoranza escrita en cada uno de sus rasgos, pero tenía que hacerlo.
-- Mañana te veré – Dijo, afirmándolo. Lo sabía.
-- Sí, mi ángel – respondió Alex. No se separaría de ella por nada en el mundo, y además, tenía muchas cosas que explicarle.
Alex alzó de nuevo la mano y acarició levemente la mejilla de Laura. Ésta cerró los ojos ante el contacto e inclinó la cabeza, haciendo suyas cada una de las sensaciones que le transmitió aquél leve roce.
Antes de lo que ella hubiera querido, Alex bajó la mano y se la quedó mirando.
-- Será mejor que te vayas…-- dijo, con tristeza.
-- Sí…Buenas noches – e irguiéndose sobre las puntas de sus pies, besó con suavidad y ternura a Alex. Apenas fue un roce y muy rápido, pues sabía que no se podía permitir más en aquellos momentos, o se quedarían así toda la noche…o toda la vida.
-- Buenas noches – dijo Alex, cuando ella se separó de él, dio media vuelta y subió por las escaleras de entrada a su casa.
La contempló pararse en la puerta y después, ella se giró hizo un gesto con la mano y penetró en la oscuridad de su hogar.

Aquella noche, Alex casi voló literalmente con la moto en su intento desesperado por llegar a su loft, cambiarse rápidamente de ropa y volver a su vigilancia nocturna. No podía permitirse abandonarla por mucho tiempo. No desde el encuentro de esa noche. Jamás se separaría de ella. Y tenía que explicarle todo…no sabría cómo reaccionaría, pero se creía bastante capaz de raptarla si era necesario. No estaba segura allí.
Llegó al piso en menos de 5 minutos, corriendo a todo lo que daba de sí la moto. Se cambió rápidamente y se paró tan sólo un par de segundos a pensar. En el último momento, decidió preparar una maleta con algo de ropa, documentos y suficiente dinero en efectivo como para vivir todo un año sin problemas. Cogiendo las llaves del mercedes, echó un último vistazo, despidiéndose de su último refugio y se precipitó corriendo hacia el garaje.
Tardó exactamente 12 minutos en ir y volver de su piso, y ya estaba apostado en su árbol. Estuvo contemplando la ventana de la muchacha hasta que vio que la luz se apagaba. Después decidió aproximarse a la casa y permanecer en las sombras. Hasta que amaneció.

Laura entró en su casa algo confusa, muy cansada y con la cabeza como un torbellino, llena de los últimos acontecimientos: los placenteros y aquél otro terrible suceso que con tanto ahínco había intentado suprimir de su mente. Ahora lo dejó salir libremente, sabía que si lo reprimía sería peor, puesto que no la dejaría en paz. Pero todo era demasiado confuso y no sabía qué esperar. Alex le había prometido explicárselo al día siguiente… ¿qué era lo que él sabía al respecto?
En el mismo momento en que conoció a Alex supo que éste guardaba algún tipo de secreto. Siempre se había considerado muy intuitiva, y había algo en él…ciertos momentos en los que la miraba o decía algo…en los que a Laura se le encogía el corazón y una fina escarcha de hielo se formaba en su pecho.
Sabía, sin tener idea de cómo, de que el secreto iba a ser revelado, y aquello supondría un cambio en su vida, pues… ¿qué haría ella al conocerlo? <<Seguirle…sea lo que sea, no me importa>> Se dijo, intentando infundirse seguridad. Pero la parte más miedosa de sí misma se resistía a aquél pensamiento.
Fue a su habitación, con mucho cuidado de no despertar a sus padres, y se cambió de ropa, poniéndose su cómodo pijama de pantalón corto y camiseta de tirantes. Dejó el precioso vestido blanco con mucho cuidado sobre la silla y los zapatos justo debajo. Se lo quedó mirando y en su mente recreó los maravillosos momentos vividos aquella noche, cómo Alex la había mirado y la había dicho lo guapa que estaba…cómo habían bailado juntos y después…en el parque…Encendió la lamparita de noche y decidió ponerse a dibujar. Estaba demasiado excitada y nerviosa para acostarse. Además, aquél momento…no dejaba de rondarle por la cabeza y sabía que tenía que hacer algo para extraerlo y poder descansar.
Cogió el cuaderno de dibujo, sus lápices, y el pequeño atril y, trepando a su cama, se instaló cómodamente y comenzó a dibujar. Tras unos cuantos minutos y algunos borrones, terminó el dibujo y se lo quedó contemplando. De su mente había salido un rostro…uno que no había dibujado nunca, pero que aún así le resultaba terriblemente familiar. Se había dejado llevar por el recuerdo de aquella voz, las sensaciones que le produjo y todo lo que ocurrió aquella noche…y aquello fue lo que terminó saliendo de su cabeza. Por unos instantes, que se le hicieron muy largos, su mirada quedó atrapada con la que le dirigía aquél rostro frío, bello, pero terrorífico en toda su extensión. Se quedó simplemente conectada, como lo estuvo aquél día en el tren con el dibujo de Alex, pero la sensación que la recorrió en aquél momento fue muy diferente a ésta que ahora mismo sentía. Se había quedado simplemente congelada. La escarcha de su pecho aumentó de volumen y acabó rodeándola por completo. Pensó que se quedaría así por siempre, incapaz de moverse y un miedo atroz hizo presa de ella, penetrando por todos los poros de su cuerpo y dominando su cabeza. En lo único en lo que podía pensar era en sus padres, en cómo se sentirían y…había alguien más…alguien muy importante en su vida…ahora no conseguía recordarlo. La escarcha y el miedo estaban invadiendo su mente y al final…<<¡No!¡No lo puedes permitir!...¡Lucha! No dejes que te atrape…no dejes que invada tu mente…>> Dijo una parte todavía libre de frialdad en su mente. Aquella parte estaba luchando con todas sus fuerzas…y consiguió mover sus ojos, dirigiéndolos hacia el corcho. Un dibujo destacó entre todos los demás, uno que nunca antes había estado allí, pero que ahora estaba…y otra mirada totalmente diferente captó su atención. Y de repente…todo encajó. Con un fuerte movimiento, la escarcha se rompió en mil pedazos y ella quedó libre del horrible frío.
<< Menudas cosas imaginas, querida Laura…menudas cosas…Estás realmente mal >>  Pensó. Se sacudió un poco, y algo cayó al suelo. Saltó de la cama, y lo recogió. Sorprendida, lo acercó a la tenue luz de la lámpara y se lo quedó mirando. Era como un pedazo de hielo, pero más consistente. Estaba frío y era totalmente macizo. Echó una mirada a su alrededor, para ver de dónde podía haber caído, pero no encontró ninguna posible fuente de procedencia de aquél pedazo de…No sabía qué era realmente, parecía cristal, pero tampoco tenía la misma consistencia. Lo dejó sobre su mesilla de noche y, volviendo a su cama, cogió su último dibujo, lo dobló sin ni siquiera dedicarle otra mirada y lo guardó en el último cajón de su escritorio. De momento no lo tiraría.
Después, miró al corcho y, alargando la mano, cogió el dibujo de Alex. Tenía que decirle a su madre que dejase de coger sus dibujos y de cotillear. Aquél dibujo no había estado nunca fuera de su cuaderno, excepto cuando acabó en el libro aquél día. No comprendía cómo había podido llegar allí si su madre no era la que lo había colocado.
Lo miró con detenimiento, deleitándose en cada uno de sus rasgos. Verdaderamente aquél era uno de sus mejores dibujos, con diferencia. Volvió a trepar a la cama, con el dibujo en sus manos y así, dedicándole una última mirada y una sonrisa, apagó la luz de la lámpara y se sumió en la oscuridad y en la tranquilidad de su habitación, quedándose dormida prácticamente al instante. Aquella noche no soñó.
Al día siguiente el pedazo de cristal frío no estaba.

Capítulo 8 para todos vosotros!
Espero que os haya gustado!
Saludos, 
Isabella

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